viernes, 19 de mayo de 2017

La lucha obrera en Chicago II

La lucha obrera en Chicago. (Vol. II)

las ideas socialistas hallaban cierta resistencia entre la población americana, más extendíanse con inusitada rapidez entre los elementos alemanes y otros que componen una parte muy importante de los centros industriales de los Estados Unidos.
Una de las causas principales de aquella resistencia era la falta de periódicos obreros. El Socialista era el único periódico que, desde Nueva York, editado por Victor Drury, extendía entre la población de origen inglés las ideas de emancipación social.
En Chicago especialmente, los socialistas carecían de fuerza. Durante mucho tiempo, Alberto R. Parsons, fue el único orador inglés de las reivindicaciones sociales. Además, los socialistas norteamericanos fiaban mucho en los procedimientos electorales, y fue preciso el transcurso de algún tiempo para que la experiencia les demostrase que sólo por los procedimientos revolucionarios se podía obtener algún resultado práctico. En Chicago llegaron, no obstante, a obtener los socialistas significativos triunfos electorales, hasta que, mixtificadas las elecciones por el poder, a fin de evitar los éxitos continuos del socialismo, y divididos los socialistas en dos bandos por sostener a distintos candidatos, empezó a ganar prosélitos la idea de la abstención y del apartamiento de la política.
El periódico de Boston Liberty, editado por el anarquista individualista Tucker, el Arbeiter Zeitung de Spies, y la Alarm de Parsons, que se, publicaban en Chicago, popularizaron las ideas anarquistas.
Los anarquistas de Chicago combatieron primeramente el acuerdo de la Federación de los trabajadores de los Estados Unidos y Canadá referente a la huelga del 1º de mayo de 1886, pero combatieron por juzgarlo insuficiente y ser partidarios de ir derechamente a la revolución. Más tarde dejaron de combatirlo y aún lo apoyaron, pues comprendieron que la huelga general por las ocho horas era indudablemente un medio de aunar las fuerzas obreras y agitar la opinión y las masas, preparándolas para otras más resueltas actitudes.
Se formó en Chicago una asociación de las ocho horas y se celebraron multitud de reuniones al aire libre, organizándose y preparándose casi todos los oficios para la anunciada huelga. Los grupos socialistas y anarquistas desplegaron en esta tarea una actividad prodigiosa, tendiendo siempre a establecer la solidaridad más estrecha entre todos los trabajadores.
The Alarm era el órgano de los anarquistas americanos, y desde las columnas de aquel periódico hizo Parsons una enérgica campaña en pro de la huelga general por las ocho horas. El órgano más importante de los anarquistas alemanes, el Arbeiter Zeitung, del que eran los principales redactores Spies, Schwab y Fischer, no se distinguió menos en la propaganda de la huelga general. Ambos periódicos agitaron la opinión de tal manera, que desde luego se preveía que la lucha iba a ser terrible. Los oradores anarquistas que más se distinguieron en los mítines fueron: Parsons, Spies, Fielden y Engel. Estos eran conocidos como tales, no sólo entre los trabajadores, sino también entre los burgueses.
A medida que se aproximaba el día 1º de mayo la agitación iba en aumento. Los capitalistas empezaron a tener miedo, y decidieron organizarse para resistir las pretensiones de los obreros, y la prensa asalariada se mostró cruel e infame en los medios que proponía para acallar el descontento de las clases jornaleras.
La lucha que se avecinaba tuvo por preliminar graves conflictos entre patronos y obreros. El más importante ocurrió durante el mes de febrero en la factoría de Mc. Cormicks, donde fueron despedidos 2,100 obreros por negarse a abandonar sus respectivas organizaciones.
Por fin llegó el lº de mayo. Miles de trabajadores abandonaron sus faenas y proclamaron la jornada de ocho horas. La Unión Central Obrera de Chicago convocó un mitin, al que asistieron 25,000 personas. Dirigieron la palabra a la concurrencia Spies, Parsons, Fielden y Schwab.
La paralización de los trabajos se generalizó. En unos cuantos días los huelguistas habían llegado a más de 50,000. Las reuniones se multiplicaron. La policia andaba ansiosa sin saber qué hacerse. Tuvo el valor de acometer a una manifestación de 600 mujeres pertenecientes al ramo de sastrería.
Los patrones empezaron a hacer concesiones. La causa del trabajo triunfaba en toda la línea.
El 2 de mayo tuvo lugar un mitin de los obreros despedidos de la factoría Mc. Cormicks para protestar de los atropellos de la policía. Los oradores de este mitin fueron Parsons y Schwab.
El día 3 se celebró un importante mitin cerca de Mc. Cormicks. Spies, que era conocido como buen orador, fue invitado a hablar. Cuando trató de hacerlo, muchos concurrentes ajenos a las ideas socialistas protestaron gritando que no querían oir discursos anarquistas. Pero Spies continuó su peroración, y bien pronto dominó al público, siendo oído en medio de un gran silencio. A las cuatro sonó la campana de Mc. Cormicks; y empezaron a salir los obreros que continuaban trabajando en la factoría. Una gran parte de los reunidos hizo un movimiento de avance hacia Mc. Cormicks, sin que Spies interrumpiese su discurso, que duró aún quince minutos. El pueblo empezó a arrojar piedras a la factoría, pidiendo la paralización de los trabajos. Entonces se avisó por teléfono a la policía, que acudió presurosa. Fue acogida su presencia con grandes muestras de desagrado, y acometió por ello a la multitud disparando algunos tiros. Los obreros se defendieron a pedradas y a tiros de revólver. La policía hizo entonces un fuego vivo y continuo sobre la muchedumbre, no respetando a los niños, a las mujeres y a los ancianos. El terror se apoderó de las masas, que huyeron despavoridas, dejando tras de sí seis muertos y gran número de heridos.
Presa de gran indignación corrió Spies a las oficinas del Arbeiter Zeitung, y escribió un manifiesto titulado Circular del desquite, que fue distribuido en todas las reuniones obreras.
Entre las reuniones que aquella misma noche se celebraron figura una del grupo socialista Lehr unh wehr Verejin, en la que estuvieron presentes Engel y Fischer. Se discutieron los sucesos de Mc. Cormicks y lo que en su consecuencia debía hacerse sobre todo si la policía atacaba a los trabajadores de nuevo. Se acordó por de pronto convocar un mitin en Haymarket para la noche siguiente, a fin de protestar contra las brutalidades policiacas.
A la mañana siguiente, 4 de mayo, Fischer informó a Spies del acuerdo tomado y le invitó a que hablase en el mitin, prometiéndolo así Spies. Este vio poco después la convocatoria del mitin, en la que leía: ¡Trabajadores, a las armas, y manifestaos en toda vuestra fuerza! Entonces Spies dijo que era necesario prescindir de aquellas palabras, y Fischer accedió a su deseo. De la convocatoria, así corregida, se tiraron 20,000 ejemplares, que fueron repartidos entre los obreros.
Parsons se hallaba a la sazón ausente en Cincinnati. Al llegar a Chicago el día 4 por la mañana, ignorando el acuerdo tomado y queriendo ayudar a su esposa en los trabajos de organización de las costureras, convocó al Grupo Americano a una reunión en las oficinas del Arbeiter Zeitung.
Por la tarde fue Spies a Haymarket, y no viendo a ningún orador inglés se dirigió con algunos amigos en busca de Parsons; pero como no lo hallase, volvió a Haymarket ya de noche y dio principio al mitin. Entretanto algunos miembros del Grupo Americano, entre ellos Fielden y Schwab, fueron llegando a la redacción del Arbeiter Zeitung. A eso de las ocho y media, entró Parsons con su compañera, sus dos niñas y la señorita Holmes. Schwab abandonó pronto el local para dirigir un mitin en Deering, donde estuvo hasta las diez y media.
La discusión sobre la organización de las costureras cesó al tenerse noticias de que en Haymarket hacían falta oradores ingleses. adonde se dirigieron Parsons y su familia, Fielden y la mayor parte de los concurrentes.
Al llegar Parsons al mitin, dejó de hablar Spies y tomó aquél la palabra. Su discurso duró una hora aproximadamente. El mitin se celebró en medio del orden más completo, hasta el punto de que el Mayor de Chicago, que asistía al mitin con propósito de disolverlo. si era necesario, lo abandonó al concluir de hablar Parsons, avisando al capitán Bonfield que diera las órdenes oportunas a los puestos de policía para que se retiraran las fuerzas a sus casas.
A Parsons siguió en el uso de la palabra Fielden. El tiempo amenazaba lluvia y soplaba aire frío, por cuya razón, a iniciativa de Parsons, se continuó la reunión en el próximo salón llamado Zept-Hall. No obstante, esto, continuó hablando Fielden ante unos cuantos centenares de obreros que quedaron en Haymarket.
La mayor parte de los concurrentes, y entre ellos Parsons, se dirigió a Zept-Hall, donde hallábase Fischer.
Terminaba ya Fielden su discurso, cuando del puesto de policía inmediato se destacaron en formación correcta y con las armas preparadas unos ciento ochenta policías. El capitán del primer cuerpo había ordenado que se disolviese el mitin, y sus subordinados, sin esperar a más, fueron avanzando en actitud amenazadora.
Cuando era inminente el ataque de la policía, cruzó el espacio un cuerpo luminoso que, cayendo entre la primera y segunda compañía, produjo un estruendo formidable. Cayeron al suelo más de sesenta policías heridos y muerto uno de ellos llamado Degan.
Instantáneamente la policía hizo una descarga cerrada sobre el pueblo, y éste huyó despavorido en todas direcciones. Perseguidos a tiros por la policía, muchos perecieron o quedaron mal heridos en las calles de Chicago.
Los burgueses, en el periodo culminante de excitación, habían perdido la cabeza: impulsados por el frenesí del terror, empujaban a la fuerza pública a la matanza.
Se prendió a los obreros a derecha e izquierda, se profanaron muchos domicilios privados y se arrancó de ellos a pacíficos ciudadanos sin causa alguna justificada.
Los oradores de Haymarket, a excepción de Parsons, que se había ausentado, fueron detenidos; los que se habían significado de algún modo en el movimiento obrero fueron perseguidos y encarcelados. El periódico Arbeiter Zeitung fue suprimido y todos sus impresores y editores detenidos. Los mítines obreros fueron prohibidos o disueltos.
Después se hicieron circular los rumores más absurdos y terroríficos de supuestas conspiraciones contra la propiedad y la vida de los ciudadanos. La prensa capitalista no cesó de gritar: ¡Crucificadlos! Así fue bruscamente interrumpido el movimiento por las ocho horas de trabajo.
La policía se entregó a un misterioso y significativo silencio, a la par que hacía circular la especie de que tenía ya las pruebas más evidentes contra los perpetradores del crimen de Haymarket. Indudablemente se preparaba una comedia sangrienta.
Las acometidas policiacas habían tenido un digno remate.
¿Qué de extraño tiene, qué de particular que un trabajador cualquiera hubiese arrojado la bomba que sembró el espanto en medio de la policía, si ésta había ametrallado y trataba de ametrallar otra vez a pacíficos obreros que ejercían su derecho garantizado por las leyes americanas?
¿Por qué admirarse de una consecuencia natural del derecho a la defensa propia?
Perseguidos a tiros, los trabajadores, contestaron como era natural: la fuerza contra la fuerza.

Cualquier otra cosa hubiera sido cobarde.


Antecedentes de la lucha obrera en los Estados Unidos de Norteamérica.

Antecedentes de las luchas obreras en los Estados Unidos de Norteamérica.( Vol. I).

El movimiento obrero en favor de la reducción de la jornada de trabajo, comenzó en la América del Norte a principios del siglo. En los centros industriales de aquel extenso territorio, se agitó principalmente la clase trabajadora, siendo los constructores de edificios los primeros en iniciar el movimiento.
Ya en 1803 y 1806, respectivamente, se organizaron los carpinteros de ribera y los carpinteros de construcciones urbanas de Nueva York. En 1832 se hizo en Boston la primera huelga en favor de las diez horas por los calafateadores y carpinteros, y aunque no tuvo resultados en aquella ciudad, la ganaron, en cambio los huelguistas de Nueva York y Filadelfia.
El movimiento obrero adquirió gran incremento en 1840, a raíz de ser promulgada por el presidente de los Estados Unidos, Martín Van Buren, la jornada legal de las diez horas para todos los empleados del gobierno en las construcciones de la armada.
De día en día fue haciéndose más consciente el movimiento obrero, y a la vez más revolucionario, que no en vano luchaban los trabajadores y adquirían de la realidad experiencias dolorosas.
Un mitin en favor de las diez horas tuvo lugar en Pittsburg, el 18 de junio de 1845, a consecuencia del cual se declararon en huelga más de 4,000 obreros, que resistieron cinco semanas, a pesar de no contar con grandes recursos.
Desde 1845 a 1846, las huelgas se repitieron continuamente en los estados de Nueva Inglaterra, Nueva York y Pensilvania.
El primer Congreso obrero se celebró sn Nueva York el 12 de octubre de 1845, y en él se acordó la organización de una sociedad secreta para apoyar las reivindicaciones del proletariado americano.
A medida que aumentaba la agitación en las filas de la clase trabajadora, germinaba en las esferas del poder la idea de hacer concesiones, y aunque éstas habían de resultar, como resultaron, perfectamente inútiles, no por eso dejaron de hacerse.
El Parlamento inglés estableció la jornada legal de diez horas en 1847, y en los Estados Unidos se celebraron innumerables mítines para felicitar a los obreros británicos por su triunfo. Felicitación vana, porque los grandes acaparadores ingleses no habían de conceder lo que el Estado les imponía.
En el mismo año fue promulgada una ley de sentido idéntico en Nueva Hampshire.
A consecuencia de un Congreso industrial celebrado en Chicago en junio de 1850, se organizaron en muchas ciudades agrupaciones de oficio para obtener la jornada de diez horas por medio de la huelga.
En 1853, en casi toda la República no se trabajaba más que once horas, mientras que antes no se trabajaba menos de catorce.
Aunque lentamente, aquellos soberbios burgueses tuvieron que ir concediendo lo que los obreros pretendían. En algunos estados llegó a promulgarse la legalidad de las diez horas.
Desde entonces, los obreros norteamericanos consagraron todos sus esfuerzos a obtener la reducción de la jornada de trabajo a ocho horas solamente.
El presidente Johnson promulgó la legalidad de las ocho horas para todos los empleados del gobierno, y los obreros continuaron reclamando a los patrones la adopción del sistema de las ocho horas.
El 20 de agosto de 1866 se celebró en Baltimore un gran Congreso obrero, en el cual se declaró que ya era tiempo de que los trabajadores abandonasen los partidos burgueses, y se acordó, en consecuencia, organizar el partido nacional obrero. El 19 de agosto del siguiente año celebraba su primer Congreso en Chicago el nuevo partido.
En 1868 y en los siguientes años se declararon multitud de huelgas en pro de las ocho horas, perdiéndose la mayor parte de ellas. No por esto el movimiento cesó, sino que, como siempre, estas luchas animaron a los obreros a mayores empresas, inclinándolos cada vez más a las ideas socialistas. La Liga de las ocho horas que se organizó en Boston el año 1869, adoptó decididamente el programa socialista, y en Filadelfia se organiza en el mismo año los Caballeros del Trabajo, asociación que entonces tenía grandes aspiraciones y hoy se compone de complacientes servidores de la burguesía, por haberse entregado a hombres ambiciosos y sin pundonor.
De 1870 a 1871 empezaron a organizarse entre los alemanes residentes en los Estados Unidos las primeras fuerzas de la Asociación Internacional de los Trabajadores. La influencia que esta sociedad ejerció en el movimiento obrero americano fue notabilísima. Las masas populares, aún no bien penetradas de sus verdaderas aspiraciones, empezaron a comprender toda la grandeza de las ideas revolucionarias y pronto adoptaron otros temperamentos y otras tendencias. Puede decirse que los trabajadores americanos, como los europeos, deben sus más firmes ideas sociológicas a aquella gran asociación que, si en apariencia ha muerto, vive hoy más que nunca en todos los pueblos y en todos los que luchan por su emancipación definitiva.
Como consecuencia inmediata de la organización de La Internacional, se declararon en huelga en Nueva York más de cien mil obreros.
El invierno de 1873-74 fue crudísimo y la paralización de los trabajos tan grande, que muchos miles de hombres sufrieron los horrores de una muerte lenta por el hambre y el frío. Los obreros sin trabajo de Nueva York se reunieron en imponente manifestación el 13 de enero de 1872, para que el público apreciara su estado de pobreza; y cuando la plaza pública estaba materialmente cubierta con hombres, mujeres y niños, la policía acometió brutalmente por todas partes a la manifestación, disolviéndola en medio del mayor espanto de aquellos hambrientos indefensos. Este acto bárbaro, esta incalificable conducta de la fuerza pública, deben anotarla en cartera los apologistas de las libertades americanas.
Desde 1873 a 1876 fueron muchas las huelgas que se registraron en los estados de Nueva Inglaterra, Pensilvania, Illinois, Indiana, Misuri, Maryland, Ohio y Nueva York, viniendo a ser así como el preámbulo de los últimos acontecimientos. Las grandes huelgas de los empleados de ferrocarriles en 1877 fueron el comienzo indudable del conflicto entre el capital y el trabajo.
Finalmente, en el año 1880 quedó organizada la Federación de los trabajadores de los Estados Unidos y Canadá, y en octubre de 1884 se acordó, en una reunión celebrada en Chicago, que se declarase él lo. de mayo de 1886 la huelga general por las ocho horas. En la fecha acordada estalló en aquella población la huelga, y desde luego obtuvieron un triunfo completo los constructores de edificios, los tabaqueros y otros oficios.
Hay que tener en cuenta que los canteros de Chicago no trabajaban más que ocho horas desde 1867 y que muchos estados se apresuraron a decretar la jornada legal de las ocho horas, decretos y leyes que fueron por completo letra muerta, pues los burgueses prescinden de ellas, como hacen siempre que a sus intereses conviene.
En conclusión: más de 200,000 obreros de los Estados Unidos habían obtenido a mediados de mayo de 1886 una reducción de horas y otras ventajas. De 110,000 obreros que en Chicago y sus alrededores se declararon en huelga, 47,500 obtuvieron triunfo completo sin gran esfuerzo.
Esta rápida reseña del movimiento obrero en los Estados Unidos demuestra que desde 1832 a 1853 se consiguió una reducción general de tres horas en la jornada de trabajo; que los obreros, después de agotar todos los medios legales pidiendo al Estado lo que no puede dar, se decidieron por las ideas revolucionarias y por la huelga general; como único medio de luchar ventajosamente con el coloso de la explotación. Y demuestra asímismo que, a pesar de las brutalidades de la policía y de los burgueses, sus instigadores, la jornada de ocho horas se impone.
En un país en que las industrias textiles mantienen en Pensilvania a 5,300 niños menores de quince años; 4,300 niñas menores de catorce, y 27,000 mujeres y muchachas de mayor edad en un trabajo penoso; en un país en que hay una ciudad como Filadelfia, donde los niños trabajan en los almacenes, en las tiendas, y en las fábricas catorce y dieciséis horas diarias; en un país en que sólo en las factorías de Nueva Jersey se explota a 15,000 niños de ocho a quince años; en un país donde la relación de los niños menores de quince años ocupados en diferentes trabajos al número de todos los demás obreros es de 3 a 7 y de 2 a 5, casi la mitad; en un país tal, tiene que ser necesariamente muy enérgica la actitud de los trabajadores para suprimir de una vez por todas estas infamias que matan lentamente a los padres y a los hijos, a los adultos y a los muchachos, a las mujeres y a los ancianos. En un país tal, que goza fama de rico y libre, y sin embargo, los obreros sufren tan terrible explotación y viven tan miserables que tienen que arrojar a sus hijos a las rudezas de la faena diaria durante muchas horas; en un país tal, repetimos, es lógico, es necesario que se luche a brazo partido con la burguesía, y se dé el impulso a otros países donde los trabajadores no han comprendido bien toda la extensión y la gran verdad de sus males.
En Norteamérica nació la idea de iniciar la huelga general, y ya hemos visto como la clase trabajadora ha respondido en todas partes a aquella iniciativa. De Chicago partió la primera señal, y apenas ha transcurrido tiempo apreciable cuando la lucha se ha generalizado de un modo imponente.
Los poderosos republicanos federales de América han querido detener el movimiento sacrificando a unos cuantos propagandistas, y el movimiento arrolla hoy todos los obstáculos y se sobrepone a todas las resistencias.

Todo es pequeño ante esta preponderante manifestación de las fuerzas revolucionarias.

jueves, 11 de mayo de 2017

Archivo municipal del Puerto de Santa María





Archivo Municipal de El Puerto de Santa María



El Archivo Municipal de El Puerto de Santa María es una institución que se encarga de conservar documentos históricos de esta ciudad. Tiene su sede en el Edificio San Luis Gonzaga, en la plaza del Ave María.

Historia

Edificio de san Luis Gonzaga, de El Puerto de Santa María, sede del Archivo Municipal de la ciudad.
Se tiene constancia de su existencia desde 1590. Fue saqueado por las tropas anglo holandesas. Hasta 1731 su sede era el Castillo de San Marcos. (Fondo abierto Ayuntamiento de El Puerto de Santa María en el Censo-Guía de Archivos de España e Iberoamérica).
En diciembre de 1986 fue incendiada una parte del fondo documental en el monasterio de la Victoria y posteriormente sufrió un robo, comprobándose la falta de documentación en las secciones de carácter económico (135 legajos) y en 'Guerra y Quintas' (36 legajos), con documentación del último tercio del siglo XIX y principios del XX. (Archivo Municipal de El Puerto de Santa María en el Censo-Guía de Archivos de España e Iberoamérica).

Archiveros

Personas que han ocupado el cargo de archivero:

  • Isidro Zarzosa de Cevallos (nombrado en 1732)
  • Juan Miguel Rubio de Espinosa (nombrado en 1799)
  • Juan Cárdenas Burgueto (nombrado en 1899)
  • José Ignacio Buhigas Cabrera


Contexto

Productor o coleccionista, Historia institucional o biografía.
Para la historia del cabildo de el puerto de santa maría, debe considerarse que el municipio fue villa de señorío desde poco después de su incorporación a los dominios cristianos por Alfonso x el sabio, en 1264, y dependió de la casa ducal de Medinaceli hasta 1729, en que fue reincorporado a la corona española por Felipe v, después de haber sido saqueado en 1702 por las tropas anglo holandesas durante la guerra de sucesión. la ciudad fue durante los siglos xvi y xvii invernadero de las galerías reales y hasta finales del siglo xviii sede de la capitanía general del mar océano. destaca la presencia en el cabildo de los cargadores a indias, que desarrollaron una intensa actividad mercantil en el comercio con América. la ciudad, así mismo, fue cuartel general del ejército francés en el asedio a Cádiz durante la guerra de la independencia y durante la intervención de los cien mil hijos de san Luis en 1823. importantes desarrollos urbanísticos permitieron en el siglo XIX la consolidación en la ciudad del sector vinícola.

historia archivística

hay noticias de inventarios del archivo municipal desde 1590. el cual fue saqueado por las tropas anglo holandesas en 1702, manifestando entonces el escribano del cabildo que "todos los papeles de su escribanía, cuadernos de escrituras y libros capitulares estaban rasgados, desencuadernados y llenos de basuras, acordándose que se recogiesen con el mayor cuidado, tomándose razón de los que faltasen". permaneció en el castillo de san marco hasta 1731, cuando a raíz de la reincorporación de la ciudad a la corona fue trasladado a la real aduana. en 1732 el consejo de castilla confirmo el nombramiento de Isidro zarzosa de Cevallos como "archivista", concediéndole licencia para autorizar las copias de sus instrumentos antiguos. en la organización actual se ha partido del registro
general elaborado en 1941 por el archivero del estado comisionado d. Ricardo Blasco, quien recogió trabajos realizados anteriormente, especialmente los de Juan Miguel rubio de espinosa y de Juan cárdenas burgueto. el primero era abogado titular de la ciudad y el consejo de castilla aprobó su nombramiento en 1799 para "el arreglo y coordinación de los papeles del archivo", quedando su trabajo plasmado en la colección "papeles antiguos", de la que elaboro un titulado "inventario", y en el índice de acuerdos capitulares, ordenados cronológicamente por materias, que comprende el siglo XVIII y primer tercio del XIX. Cárdenas burgueto fue nombrado archivero en 1899 y organizo la documentación del siglo XIX y XX hasta 1925, formando 42 secciones, con criterio de clasificación funcional ordenadas cronológicamente, que completo con relaciones documentales de cada una de ellas. desde 1976, debido al traslado de ayuntamiento, el fondo quedo disperso en distintos edificios municipales hasta que en 1986 pudo concentrarse la mayor parte en el monasterio de la victoria. Pero en diciembre de ese año esa documentación fue incendiada y objeto posteriormente de un robo. Poco después se acondiciono un deposito ubicado en dos bodegones del edificio de la plaza de toros y desde 1998 la documentación de carácter histórico se encuentra instalada definitivamente en la antigua biblioteca del noviciado de la compañía de Jesús, en la parte municipal del colegio san Luis Gonzaga (edificio "san Luis"). En 1998-1999 el instituto del patrimonio histórico español restauro siete de los pergaminos existentes en el archivo, entre ellos el padrón de los heredamientos de la ciudad del siglo XIII.

Alcance y contenido

piqueras García, Mª belén: documentación concejil: libranzas del puerto de santa maría durante la segunda mitad del siglo xv. estudios sobre patrimonio, cultura y ciencias medievales I, Cádiz 1999, p.105-130. la información que ofrece el fondo es la derivada de las competencias municipales, especialmente relevante para el estudio de la sociedad y economía de la edad moderna, la población o la arquitectura y otras materias como la desamortización, la industria del vino, los hospitales, obras públicas o establecimientos penitenciarios.
identificación. valoración y selección. eliminación.
identificación: piqueras García, Mª belén: documentación concejil: libranzas del puerto de santa maría durante la segunda mitad del siglo xv. estudios sobre patrimonio, cultura y ciencias medievales I, Cádiz 1999, p.105-130. valoración Y selección: eliminación: se ha advertido en relación con el registro general de 1941 la desaparición por causas desconocidas de 40 unidades de instalación de padrón de cédulas (1830-1929) y 11 de elecciones (diputados a cortes y provinciales, siglo XIX).
Parte del fondo se vio afectado en 1986 por un incendio, a causa del cual, y de un robo posterior, se ha comprobado la desaparición de unas 250 unidades de instalación en distintas secciones, especialmente en las de carácter económico (135 legajos) y en ""guerras y quintas"" (36), en ambos casos de fechas correspondientes al último tercio del siglo XIX y primero del XX. debido a la misma causa hay un elevado número de documentos afectados, en mayor o menos medida, con bordes quemados y quebradizos, paginas pegadas y microorganismos.
Parte del fondo se vio afectado en 1986 por un incendio, a causa del cual, y de un robo posterior, se ha comprobado la desaparición de unas 250 unidades de instalación en distintas secciones, especialmente en las de carácter económico (135 legajos) y en ""guerras y quintas"" (36), en ambos casos de fechas correspondientes al último tercio del siglo xix y primero del xx. debido a la misma causa hay un elevado número de documentos afectados, en mayor o menos medida, con bordes quemados y quebradizos, paginas pegadas y microorganismos.

Bibliografía sobre el Fondo o Colección

BARTOLOMÉ LÓPEZ-SOMOZA, Enrique. La documentación americanista del Archivo Municipal de El Puerto de Santa María, en El Puerto, su entorno y América. El Puerto de Santa María, Ayuntamiento, 1992. BUHIGAS CABRERAS, José Ignacio, Índice de los números extraordinarios de la prensa portuense dedicados a la Patrona: su contenido histórico, Congreso María Santísima de los Milagros entre la Historia y la Leyenda, 1991 (Inédito) GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Manuel, La carta-puebla de Santa María del Puerto, en carta-puebla otorgada a El Gran Puerto de Santa María por Alfonso X El Sabio. El Puerto de Santa María, Ayuntamiento, 1981.
PIQUERAS GARCÍA, Mª Belén, Filigranas en la documentación medieval del Archivo Municipal de El Puerto de Santa María (1471-1519). Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del profesor Braulio Justel Calabozo. Universidad de Cádiz, Cádiz, 1998.

Autor de la descripción

JOSÉ IGNACIO BUHIGAS.



Juan Jesús Martínez Fernández

Frente municipal para mejorar la atención a las personas sin hogar en Cádiz

Hoy 4 de agosto de 2023 vemos una noticia en el periódico de la ciudad de Cádiz en la que observamos que el nuevo alcalde comenta una notici...